lunes, 2 de enero de 2023

¡Monito, las pelotas!


  (Texto seleccionado por el Instituto de Cultura de la Provincia de Bs As para participar de una antología literaria sobre el mundo del trabajo).

    11/2018

  El domingo a la noche daba vueltas en el comedor, cuál perro que se quiere morder la cola y no puede.

 -¿Qué te pasa Mauro? -me preguntó Griselda, mi pareja.

–Es que mañana me tocan “los angelitos de Villa Jardín” y no sé qué clase voy a prepararles -. Contesté, mientras revolvía viejos papeles del profesorado.

  Como ustedes imaginarán, “los angelitos de Villa Jardín” lo dije en tono irónico, más que angelitos, son pequeños diablillos de segundo año, nivel secundario, de la escuela Nº 62, del barrio Villa Jardín de Lanús Oeste.

  La última vez que había estado con ellos, fue antes del receso escolar y sinceramente quedé traumado.

  Les cuento como fue la historia, la podrida se armó a la salida de la escuela (tengo Construcción de la Ciudadanía las dos últimas horas de los lunes con ello/as), el alumno X tomó un cascote y lo alzó sobre su cabeza, al verlo, se me puso la piel de gallina, tuve que persuadirlo durante veinte minutos, para que X no arrojara el cascote sobre mi auto (de por sí, nunca entendí el acto político del pibe, mi auto no es ostentoso, no da ganas de tirarle una piedra, más bien da ganas de pasarle un trapo). Recuerdo que sus compañeros, miraban la escena, como espectadores de un combate entre pugilistas. “Rompele todo a ese gato” gritó un alumno de tercer año. Por suerte, un vecino del barrio, se acercó para darme auxilio: “¡X, anda a tu casa, sino llamo a tu tía!” Con esta oración imperativa, el pibe se marchó. El buen hombre me salvó. Por supuesto que abracé al señor, para demostrarle mi total agradecimiento al gesto solidario que tuvo para conmigo.

  No me mal interpreten, los pibes son puro corazón, no es que me caigan mal, todo lo contrario, pero viven en un contexto social muy violento, ustedes comprenderán. No es que me tengan odio a mí, sino a la sociedad de mierda en la que vivimos. Y a mí como profesor me toca poner la carita. ¿Qué le voy hacer? La cosa es que siempre están arrojándose cosas entre ellos, o en su defecto, están arrojándome cosas a mí.

 –¿Para qué vas? -me preguntó Griselda, cansada de mi perorata.

 -¡No vayas más! -me alertó.

 -¿Realmente, vos crees que con dos horas por semana vas a cambiarle la vida a alguien? -Me preguntó Gripi.

 –Eso ya lo sé, Grisel -dije y continué -pero no estoy dispuesto a perder las dos horas. En primer lugar, porque necesito la plata, y en segundo lugar, no quiero darme por vencido de buenas a primeras -le contesté.

  Para que tengan una idea, es una escuela que no tiene Director/a, ni Vicedirector/a, sólo tiene Secretaria, que es una genia. Gracias a ella y todos los profesores, que nos ayudamos mutuamente, hacemos la vida escolar más llevadera. Pero no basta, la realidad social entra por la puerta con la tempestad de una gran tormenta.

  Me senté en mi cama y concienzudamente me puse a pensar una actividad práctica para trabajar con los “angelitos”. Ya había probado distintas estrategias: encuestas, crucigramas, cuestionarios, collage, ninguna de estas estrategias me había dado resultados. En un momento, recordé que una vez, sólo una vez, tuvimos una clase pacífica y productiva. Me acordé  el contenido que había dado en esa clase, era sobre los “Derechos del niño”.  En ese momento, no se me ocurrió mejor idea que utilizar como recurso la película: El Pibe (Charles Chaplin, 1921). Recuerdo como G, un chico que siempre se mostró desafiante frente a mí, lloró solapadamente, en la escena en que los dos oficiales del orfanato del condado, le sacan el niño a Chaplin, que interpreta a un vagabundo, que hace de padre adoptivo del pibe. Una de las mejores escenas de la película, sin lugar a dudas, sin olvidar la secuencia onírica que tiene el vagabundo con el ángel de la tentación, - que interpreta Lilita Grey-.

  ¿Por qué no trabajar con otra película? Me pregunté y empecé a buscar  en una caja de zapatillas llena DVDS, que tenía olvidada arriba del armario. ¡Bang! Allí la encontré: Gatica el mono (Leonardo Favio, 1993). Con esta película puedo abordar el peronismo como hecho histórico y político significativo de nuestro país, ideal para una materia como Construcción de la ciudadanía, pensé instantáneamente. -¡Ya está! ¡Cerrame la cuatro! -grité y me puse hacer una guía de preguntas sobre la película.

  Con la clase planificada y la sala de videoteca reservada  por mensaje de  wathsap, me trasladé más confiado el lunes a la escuela. Cuando llegué, el hecho de que la secretaria me haya contado que X no había concurrido a clases, aunque suene cobarde y mezquino, me hizo sentir  más aliviado.

  Cuando  vi a los estudiantes, les dije: - Agarren sus mochilas que vamos  a la videoteca-. Ya de entrada la alumna  A golpeó con su puño izquierdo el rostro del alumno C, luego los alumnos D y R  comenzaron a tocar unos instrumentos musicales. Mi planificación de clase se derribaba como un castillo de naipes. Con mucho esfuerzo, pude controlar  la situación, recién después de los títulos del inicio de la película. Al principio estaban inquietos, pero cuando escucharon el diálogo soez, entre el Mono Gatica y su amigo de la infancia, el Ruso. Empezaron a reírse de manera estentórea y  se metieron de lleno en la peli, salvo dos estudiantes, que se distraían, boludeando con sus celulares.

  Tampoco voy a exagerar, prestaron atención la primera parte de la película, que es muy buena, que describe la infancia del boxeador,  pero después, para ser sincero, se aburrieron un poco.

  Cuando apagué la tele, corté justo en la parte que Gatica se casa con la mujer bala, personaje que interpreta una actriz colombiana, llamada Kika Child. La cosa es que cinco minutos antes que suene el timbre, les pregunté:

 -¿Por qué creen ustedes que le molestaba tanto a Gatica que lo llamen monito?

La respuesta me llegó de manera inesperada. La estudiante A, que es una chica que se sabe defender del atropello machista con sus propios puños, o sea, a más de un machito ha fajado, se paró y dijo actoralmente:

 -¡Monito las pelotas, a mí se me respeta!

 -¡Ja,já! -Todes reímos de su elocuencia.

 

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