miércoles, 21 de diciembre de 2016

Allahu Akbar





Mevlut Mert Altintas es el nombre del “terrorista” que asesinó a Andrei Karlov, embajador ruso en Turquía, el pasado lunes 19 de diciembre en una exhibición artística en Ankara. Escribo el nombre terrorista entre comillas porque ese es el mote que utilizó la prensa mundial hegemónica para calificar al atacante del embajador.
Recuerdo haber leído en un pasaje del libro “La voluntad de Poder” de Federico Nietzsche, algo así como que lo mejor que tienen las tragedias griegas, es que los únicos personajes que salen indemnes espiritualmente al final de las tragedias, son los fuertes.
Es completamente cierto lo que afirma el filósofo frenético Federico Nietzsche: Antígona, quizás la primera mártir femenina de la literatura universal, está tan convencida de dar sepultura a su hermano muerto Polínices, que se lo grita en sus propias narices a Creonte, Rey de Tebas. Desafía al responsable de la orden de dejar a su hermano insepulto, expuesto a los perros y aves carroñeras, por traidor a la ciudad de Tebas.
Me gusta tanto, tanto un párrafo del libro de Nietzsche “La voluntad de Poder”  que lo escribiría en la cabecera de mi cama: “… un criminal, con cierta seriedad sombría, se aferra a su destino y no niega inmediatamente lo que ha hecho, posee más salud del alma”
Me pongo a pensar en esta idea de Nietzsche y se me viene a la mente un montón de individualistas libertarios como Simon Radowitzky, Raskolnikov  y también ¿Por qué no?  El miembro de la policía turca que ejecutó al embajador ruso en Ankara.
Recordemos que Simon Radowitzky fue un militante anarquista  que tiró una bomba de mano al carro donde se trasladaba el comisario Ramón Falcón, responsable de la brutal represión de la semana roja de 1909 en Buenos Aires. En cambio, Raskolnikov, es un personaje ficticio del escritor Dostoievski,  que asesina a una vieja prestamista con un hacha para robarle el dinero y retomar su carrera de estudios, ayudar a los pobres y a su hermana a no casarse por cuestiones de dinero.
Los sujetos que están a la altura de esta experiencia son pocos. Todas las personas que mencione anteriormente  cometieron un crimen,  no se arrepintieron  y no lo negaron. Y lo más relevante es que realizaron un acto revolucionario en condiciones completamente adversas y solitarias. Generalmente utilizamos la palabra individualista para dar cuenta de una actitud o comportamiento mezquino  o egoísta. Nada más alejado al egoísmo fue el comportamiento de estos mártires, que conciben a la individualidad como la voluntad consciente  de actuar en pos de un ideal.
Terrorista es quien siembra el terror, pero la definición mediática pone el acento en los fundamentalismos y en las acciones solitarias de algunos, mientras organizaciones estatales, nacionales e internacionales vuelan de un plumazo ciudades enteras sin que se les derrame el agua mineral en los atriles de sus cumbres mundiales. Hay una vieja frase que dicta: “La violencia se sabe donde empieza, pero no donde termina”. Hoy transita con mayor virulencia, como siempre, por los territorios más desgraciados históricamente de nuestro planeta. Aunque hechos como la irrupción de Allahu Abkar hablan de un objetivo más claro, entonces las acciones son individuales y no individualistas, ya que no se llevan al pasajero de subte o al transeúnte desprevenido. No seamos tontos, no todos cargamos la misma responsabilidad. Algunos caramelos entonces parecen tener sabor a justicia en estos casos. No sabemos hacia dónde va pero como la napa de agua, cerca del camino de La Ribera, siempre el agua podrida brota desde el baño o la cocina y a veces inunda toda la casa.

martes, 28 de junio de 2016

Los escritores secretos

Casi nunca me presento ante otras personas como escritor. Cuando lo hice, en ferias de libros independientes u otros eventos sociales, a nadie le importó.
En una ocasión le comenté a un grupo de escritores independientes mi “berretín”, como diría el escritor Oscar Fariña, por la escritura. La mirada de mis colegas ocasionales fue tan incómoda, como si sintieran odio hacia mi persona por mi mensaje tan pretencioso. ¡Ni que hubiera dicho que juego a la pelota como Maradona, viejo!
A mi madre –una asidua lectora- siempre le pregunto qué le parece alguno de nuestros cuentos, pero ella con una indiferencia oriental omite mi pregunta, mostrándome un saquito que está tejiendo para Cielo, o regalándome una cortina para el bajo mesada de la cocina.
Ningún miembro de mi familia u amigo tomó en serio, alguna vez, nuestra literatura. Yo escribo, escribo… Mejor dicho, escribimos. Escribimos con mi cumpa Griselda, pero a nadie parece importarle. Llegamos a un punto en que no sabemos si del otro lado de nuestros cuentos existen lectores, o simplemente escribimos sin que nadie nos lea. Como quien lee un cuento en voz alta y cuando llega al momento cumbre del relato, escucha los ronquidos de su hija que duerme plácidamente.
Acabo de escuchar en una efeméride de un  programa de radio, dice que en un día como hoy, se publicaba la novela de Julio Cortázar: Rayuela. “Las críticas de la prensa argentina fueron muy malas”, asevera  el conductor del programa radial. Es raro, hay montones de personas que conozco que citan la gran novela de Cortázar como el punto de inflexión de sus vidas y he escuchado comentarios de chicas haciéndose las Magas en alguna fiesta vintage. Hay miles de personas que adoran a Jorge Luis Borges, imaginen lo que sería si realmente lo hubieran leído... El mundo de la literatura es monopolizado por cuatro o cinco escritores, cual mercado de la alimentación, lo monopolizan cuatro o cinco hipermercados. Después  estamos el resto de los escritores, que vendríamos a ser feriantes o vendedores ambulantes literarios.
Henry Miller, en su libro “Trópico de Capricornio”, dice que el escritor debe abandonar todo y no hacer otras cosas que escribir y escribir, aún cuando todo el mundo le aconseje lo contrario. Algo así como la resistencia lingüística. La verdad que lo haría con gusto, pero es cierto también que uno no quiere enloquecer y  escribir una novela para lectores imaginarios, como mi vecina viuda que habla a los gritos con su esposo que ya no existe hace 20 años.
Hay una canción de Los Gardelitos que dice “Es que nadie cree en mi canción, es que nadie espera nada de mí, toda esta mierda me hace pensar que Dios me olvidó…”
Me siento totalmente identificado con Korneta .Quizás sea eso, quizás siga escribiendo precisamente porque nadie cree en mi como escritor. O quizás, el auténtico secreto radique en hacer creer a la gente que uno escribe bien. Pero como convencer a potenciales lectores que mi obra vale el esfuerzo de leerla, habiendo escritores tan enormes que todavía no leyeron. “No leas a Maupassant, mi obra es más contemporánea”, es imposible que salga de mi boca semejante atrocidad. Aunque pensándolo bien,  las personas no dejan de leerte para leer a Maupassant o a Balzac, sino para leer su signo del zodiaco en el horóscopo, ó el suplemento deportivo del diario.   Algo debe tener la escritura que genera tanta resistencia cuando no es consagrada ni legitimada por la academia. Me quedo pensando, mientras en el puesto alguien escudriña nuestros libritos artesanales de módico precio durante largos y pausados minutos, como si estuviera comprando un auto usado, como si el riesgo fuera enorme…

Todas estas son suposiciones, la única certeza  que tengo, es que escribir junto a Griselda me compone.  Como diría Spinoza, los dos cuerpos, las dos ideas se componen formando un todo más poderoso.  Y qué bien se siente uno en el proceso de escritura, como si la vida cobrara pleno sentido con un puñado de palabras. Pero al finalizar la obra, uno espera expectante alguna respuesta del universo, y la respuesta no llega, no llega; y mejor que no la espere demasiado, porque antes lo puede sorprender la muerte.

martes, 31 de mayo de 2016

¿De qué barrio sos?











Muchas veces se me puso la piel de gallina en un estadio de fútbol. Cuando digo “piel de gallina”, no tengo ninguna intención de hacer referencia al club de fútbol más representativo del capital cultural de la derecha  de nuestro país, sino que quiero dar cuenta  del reflejo denominado científicamente como piloerección,  que sucede cuando nos emocionamos,  o vivimos una experiencia diferente.
Una vez fue cuando vi a la hinchada de Boca en todo su esplendor. Recuerdo que Lanús venía peleando la punta justamente con Boca Junior. El técnico de Lanús era Miguel Angel Russo, creo que faltaban cuatro fechas para el cierre del campeonato. Era un domingo lluvioso y yo miraba con mi viejo el partido desde el tercer sector de la Bombonera, que cumplía la función de tribuna visitante, en ese tiempo.  Fueron cinco minutos muy intensos  en el segundo tiempo: las cabecitas que ocupaban la segunda bandeja que da a la Casa Amarilla comenzaron a moverse, e inmediatamente eran las cabecitas de las tres cuartas partes del estadio. El sonido me llegó tres segundos después, como en un relámpago: “Yo soy de boca señor,  cantemos todos con alegría…” La energía de la multitud me golpeó como una ola que rompe con mucha fuerza en un banco de arena. Después de esa experiencia, yo creo que hasta el hincha de fútbol más neófito  comienza a ver los fenómenos sociales y colectivos de otra manera.
Siempre me gustó la hermandad entre  hinchadas amigas. Como la amistad entre Lanús y Chacarita. El lazo social entre los muchachos y muchachas de San Martin y Lanús Este se genera fundamentalmente  en compartir una misma identidad política: “Perón, Evita, Lanús y Chacarita”. No puedo hablar de la misma amistad con la hinchada de Quilmes. Pero si puedo elogiar a su gran banda, que una vez entraron como los Indios Quilmes a la cancha de Lanús. El partido había comenzado hacía quince minutos, y de repente, miles de barras de Quilmes de larga melena (tengamos en cuenta que eran los noventa)  corrieron al corazón de la tribuna visitante, cual malón sobre un pueblo de la colonia española. El sonido gutural que emulaba los ataques de los indios diaguitas: ohohohohohoh… era la representación artística y contemporánea más lograda que había visto alguna vez sobre los indios.
Por último,  voy hablar de la gran final del pasado domingo: Lanús vs San Lorenzo, y precisamente no voy hablar del Granate mecánico, como lo bautizó al final del encuentro, el presidente de Lanús: Nicolás Russo, en referencia al equipo de Holanda de Rinus Michels,  del año 74. Sino que quiero hablar de la gloriosa Butteler.  La mejor banda de sonido para disfrutar un partido de fútbol. Yo no sé quién es el letrista o los letristas de la hinchada de San Lorenzo, pero sin lugar a dudas, están a la altura de un Enrique Santos Discépolo, o un Homero Manzi. “Vamos Ciclón, vamo a ganar, la butteler te va alentar…” Esta canción de los Estelares,  apropiada y cantada por treinta y seis mil cuervos,  no sólo me puso la “piel de gallina”, sino que me produjo  nostalgia  por el fútbol  pasado, donde un partido no sólo cobraba sentido por la dinámica que impone la competencia deportiva, sino también porque se ponía en juego en la tribuna otra cosa. La construcción de una  identidad barrial de un grupo social frente a otra identidad social distinta. No nos olvidemos del gran aporte filosófico de Ernesto Laclau: “El proceso de constitución de identidades sociales está determinado por un sistema de diferencias”.

Para finalizar esta pequeña aproximación al folclore del fútbol argentino, tengo una pregunta para los hinchas de San Lorenzo: ¿De qué barrio sos, de qué barrio sos, de qué barrio sos San Lorenzo, de qué barrio sos? 

jueves, 24 de marzo de 2016

Crónica por el 40° aniversario del Golpe de Estado.

Encendimos el motor del Gol y raudamente recogimos a Silvia y a Santiago en la esquina de su casa. Mientras conducía por la avenida Hipólito Irigoyen pude observar caras incómodas en los automovilistas. Uno de ellos, mayor de sesenta años de edad, seguramente no hizo absolutamente nada, cuando la dictadura cívico-militar tomó el gobierno por la fuerza. No digo que debería haberse manifestado activamente contra un gobierno de facto. Cada uno de los ciudadanos es libre de hacer lo que quiera, mejor dicho cada uno hace lo que puede, como diría mi papá. Pero lo que llama la atención es que muchos de estos señores se rasgaron las vestiduras durante los últimos ocho años, comparando por poco al gobierno kirchnerista con el gobierno de Joseph Stalin, pero resulta que durante la última dictadura militar cerraron el orto. Repito, no juzgo su comportamiento. Mis padres, por ejemplo, no tuvieron ningún compromiso político durante esos años y no recuerdo que hayan asistido a una marcha. De alguna manera eran indiferentes. Pero lo que molesta es la hipocresía de las personas y mi viejo, aunque no era kirchnerista como lo soy yo, nunca pronunció semejante barbaridad discursiva como si lo hicieron los medios de comunicación y un amplio sector de la población.
Llegamos al Parque Lezama  y dejamos estacionado al auto sobre la calle Brasil. Caminamos largas cuadras. Los chicos empezaron a decir que tenían hambre y sed. “Bueno, ahora vamos  un chino” dijo Griselda. “Yo no quiero un chino. Los chinos son feos” dijo Santiago, y Cielo agregó “Yo sólo quiero una Coca Cola y papas fritas”, “que feas las cosas que están diciendo”, soltó Silvia, aunque nos descostillamos de la risa. Sin embargo, pudimos sobreponernos al ataque de risa y continuamos caminando hasta que  llegamos a la intersección de la calle Belgrano y Avenida de Mayo, ahí nos detuvimos a descansar y a observar a la  multitud de personas que pasaban al lado nuestro. Cielo le dijo a Santiago, su amiguito, que José de San Martin y los Power Ranger son los héroes de nuestra patria. Lo que a su amigo Santiago le pareció muy cierto, sobre todo lo de los Powers Rangers. Silvia y Griselda conversaban animadamente y yo adopté el rol de fotógrafo de la marcha por el 40° aniversario del Golpe. Sólo para entretenerme y mantener mi cabeza despierta.


Aquí podemos observar un maniquí que homenajea a todos los piqueteros que marchaban por las calles y rutas de nuestro país, cubriéndose  el rostro, para no ser identificados por la policía secuestradora y represiva.


Aquí vemos a un Juez que perteneció a la Corte Suprema de Justicia y que puede pasearse ante la multitud sin ser agredido. ¿Cuántos jueces pueden hacer lo mismo? Me resulta difícil poder nombrar alguno más. Seguramente habrá alguno. Yo tengo muy mala memoria para los nombres.


Las multitudes avanzaban por la calle Belgrano, la columna predominante del Movimiento Evita, uno de los movimientos territoriales más vivos actualmente, monopolizaba colores y consignas, bombas y bengalas coloreaban el ambiente y las consignas políticas de resistencia le otorgaban un sentido combativo al día de la Memoria. La piel de gallina que se despierta marchando hoy, tiene que ser reivindicada a partir de las luchas del presente y la disputa por el sentido de esta marcha, la más multitudinaria de la que yo tenga memoria. Un periodista bobalicón que no vale la pena nombrar, más tarde, por la tele, la ventana del poder actual, va a decir que las consignas de la marcha son solo cotillón político. Yo les recuerdo a todos los compradores de souvenires de la historia social, que en la calle nos estamos encontrando los que no nos conformamos con el reconocimiento tibio del presidente del mundo capitalista. Y nos vamos a reír toda la vida de nuestro presidentito de mazapán redactando un discurso confuso para recordar a nuestros muertos. Te re cabió Mauricio…


Avanzábamos por la calle Belgrano hacia la plaza, detectamos unas marionetas. Silvia identifico al Martin Fierro. Pero nos quedamos con la duda si la otra marioneta, era un buitre o el caballo de Fierro.


Quiero repetir una frase que escuche en la plaza: “Nadie deja su vida para ser una bandera pero si a esa bandera la llenamos de sentido, va a ser nuestra”


La plaza de mayo era un océano tumultuoso de gente, Grisel y Cielo se nos escurrieron de las manos cual cornalitos en la red del pescador. Las perdimos de nuestro alcance visual y con Silvia deliberamos sobre los pasos a seguir. Nadamos contra la marea para arribar a la costa. Santi caminaba por debajo de las cinturas de las personas, hasta que un gentil hombre me recomendó que lo lleve al pibe a cocochito. Fue así que una ola nos arrastró hasta la costa de la calle Bolivar.
Caminamos tan solo treinta metros y Grisel me chistó desde la vereda de enfrente. La columna sur volvía a reagruparse.


Las marchas cansan el cuerpo, alimentan el corazón y despejan el horizonte. Si me quisiera acordar cuando fue la primera vez que vine a una marcha por el 24 de marzo, la verdad no lo recuerdo. Pero una vuelta, trabajaba en el microcentro y almorzaba en la plaza de Mayo, entre tapers y palomas con una prima que no veo más. Teníamos veintitantos años y la vida nos iba alejando despacito. Yo me había tirado de cabeza a la militancia universitaria y mi prima del alma estaba en otra. Era jueves y la invité a la rueda de las madres, compartimos la ronda en silencio, pero lo mejor fue al final: escuchamos un encendido discurso de Hebe y se nos llenaron los ojos de lágrimas. Me gusta contarles a mis estudiantes que cuando yo tenía la edad de ellos, el 24 no era feriado, no recordábamos nada en la escuela y se nos ocurrió lo de la resistencia. Si pienso en algún legado para los que están viniendo, de parte de esta generación perdida, como dice mi amiga Lorenita, es la resistencia.

domingo, 31 de enero de 2016

Diario de Viaje a Tucumán y Salta.

Tafí del Valle.

10/01
Llegaron al camping municipal de Tafi del Valle, un grupo de boy scouts de la ciudad de Cafayate. Uno de los niños, escala hasta la punta del sauce llorón, y Cielo preocupada me dice: -¡Se puede matar, papá!- -No Cielo, son niños profesionales.- Le contesto mientras continuo leyendo “La Gaceta” (El diario gorila de la provincia de Tucumán).

Los boy scouts son tan corporativos que no registran a otros niños que no están uniformados como ellos. Ni que estén en la punta de sus narices.

11/01
Visitamos una capilla Jesuita, en la cual, los sacerdotes jesuitas, contaban con un túnel secreto que se encontraba justo debajo del púlpito de la capilla. El túnel secreto les permitía poder escapar frente a un inminente ataque del malón.  El túnel no lo pudimos recorrer porque el gobierno de facto de 1976 lo bloqueó con cemento, para impedir que los guerrilleros lo utilizaran como posible vía de escape frente a una redada del Ejército argentino.
Viva el Ejército, pero el Ejército Revolucionario del Pueblo, no el ejército genocida de Agosti y Videla.

graffiti mochilero.


12/1
-¡No agarres a la mariposa, papá!- Me grita Cielo, mientras una mariposa color manteca posa sus patitas de tela en el tomate que estaba a punto de engullir. – No la agarro ni a palos Cielo, viven  veinticuatro horas, sería terrible transformar su efímera existencia en la película "Expreso de medianoche”.
“Cantan las flores con el amor del sol.”, dice Cielo. “En las vidas de las mariposas, las flores son como hoteles con piletas de polen”, agrega Griselda.
 La persona más vieja es tucumana y en un mes va a cumplir 119 años. Nació en Famaillá. Efemérides mochileras.

Amaicha del Valle.
13/1
De los 365 días del año, según los comuneros de Amaicha, 360 días son de pleno sol. Nosotros tuvimos la mala suerte que justo nos tocó uno de los cinco días lluviosos del año. ¡Estamos meados por un Gliptodonte!


14/01

"Un diablo se cayó al agua y otro diablo lo sacó, y un tercer diablo dijo: ¿Cómo diablo se cayó?" Copla indígena.

“Ojala no nos crucemos en el camino con un tigre diente de sables” Cielo.
Museo de La Pachamama. Amaicha del Valle.













15/01
Leyendo un cuento de Poissant “100% algodón”  me desasné aprendiendo que los sordos hablan en sueños como cualquier persona. Mientras sueñan, mueven las manos sobre el pecho, hablando en lenguaje de señas. Sus manos suben y bajan al ritmo de sus ronquidos. Es el lenguaje de los sueños, incomprensible, pero hermoso.

16/01
Día seis. Creo que ya no me molesta dormir sobre la tierra. El cuerpo se acostumbra.
Frente a la carpa, un perro negro y chiquito, rasca la tierra y se hace una cuna fresquita de tierra húmeda para descansar. Es cuestión de hacerse el hueco en este mundo.

17/01
Los chicos robot.
Ser un chico robot parece práctico, alguna vez yo también caí en la trampa.
Hoy unos chicos robot me complicaron el día, suelen hacerlo ya que sus practicidades no le resultan a nadie, ni siquiera a ellos mismos, que lo único que obtienen de los demás son miradas perplejas, reprobatorias, como la mía. Me levanto y salgo de la calurosa carpa, me ducho y consigo agua caliente para los primeros mates en un camping del norte, atiborrado de visitantes. Pongo a cargar mi celular en la toma del palo de luz, repleto de zapatillas y cargadores. Cuestión que cerca de la una de la tarde, mi celular con el cargador blanco no aparece por ningún lado.
Para comenzar tengo que hacer aclaraciones que iluminen el relato, un chico robot ya la hubiera realizado en el primer párrafo, no ejerce saltos en la historia, eso podría crear una confusión, y a ellos no les gustan los malos entendidos, ¼ de paleta y un ¼ de queso, ½ kilo de miñoncitos y una coca de litro y medio, sin una gota de magia.
Así son los chicos robots. Ellos suelen tener todas las necesidades satisfechas. Su infancia y adolescencia fueron socializadas en escuelas e instituciones privadas. Sus amistades provienen de estos ámbitos. Resulta que estos muchachos o muchachas suelen ser culturosos, conocen las notas musicales del pentagrama y la literatura de Jorge Luis Borges, entre otros berretines. Pero su mayor dificultad es que no logran registrar al otro. La otredad es algo invisible para su vista. Si una madre y su hijita van paradas en el colectivo, ellos no les ceden el asiento, no porque sean malas personas, simplemente porque están escuchando el disco “La era de la boludez” del grupo Divididos, en su celular inteligente. Y por otro lado, consideran que la organización de los asientos debería ser responsabilidad exclusiva de la compañía de ómnibus.
Después de un día de incomunicación completa vuelven los chicos robot  de su excursión a las ruinas de Quilmes, repletos de datos formales, y sin haber atravesado ninguna emoción. Mauro los encara como último recurso y  un poco desesperado.
-¿Chicos,  ustedes de casualidad, agarraron un celular de la toma de Luz?
- No creo- dijo dubitativo uno de ellos, mientras otro abría el cierre de su carpa y hurgaba en la zapatilla que habían dejado en un rincón, antes de partir a las ruinas.
- Ah sí, acá está, es que estábamos apurados y lo debemos haber guardado, disculpa…-
- Igual, acá, estaba re seguro…- Le contestó el imberbe y volvió a la clasificación de piedritas que se afanó de las ruinas.
Y  mientras tomó un mate, los veo desarmar la carpa con organización militar, repartir el peso de sus mochilas y dividir el dinero para los pasajes de micro.

19/01
En el viaje en colectivo al El Remate, camino por el pueblo “Los Sazos” Cielo dice que quiere subirse a una montaña para probar que sabor tienen las nubes.
Llegamos al final del recorrido, al territorio ancestral y sagrado de los indios Amaicha. En el recreo comimos unas empanadas de carne con limón, que nos dio la energía suficiente para dirigirnos a las cascadas de agua que tiene esta quebrada.
El lugar es lo más similar al Edén, donde Adam y Eva fueron expulsados, simplemente por intentar ser felices.

El Remate. Los Sazos. Amaicha del Valle.



En el regreso de la cascada, casi tropiezo con una serpiente, cual arroyo ámbar plateado  que serpentea desde la montaña. En dos segundos de gloria logro las mejores fotos de las vacaciones y siento que estoy para volverme.












Pichao.
El pueblo que huele a fruta.
Amanecimos en un pequeño pueblo rodeado de arboles frutales: Nogales, higueras, ciruelos, manzanos. Esta pequeña aldea de pocos habitantes no tiene infraestructura para recibir turistas. Por lo cual, ayer a la tarde, estuvimos rondando de una casita a otra para ver quien nos hospedaba.
Por suerte al final del día pudimos encontrar una habitación pegada a una higuera, árbol predilecto del pájaro Quitilipi que muy gentilmente cantó para mi.
Membrillo  de Pichao.

21/01
Ayer me crucé con un brujo que esta ayunando hace dos meses, más o menos. -Sólo tomo jugo de hierbas y vino Animaná.- me contó. Llevaba una gorra gastada con la marca ALBA y sus ojos aguados, celestes como agua de vertiente, flotaban en sus órbitas, cual charcos. Su dialecto es una mezcla de quechua y español. Muchas personas de esta aldea lo consideran un borracho perdido, pero están equivocados. Yo tuve la oportunidad de conversar con él un rato, mientras me solicitaba que le abra el vino de cartón, con mis fuertes dientes.
Fue la única persona de todo el pueblo que supo contestar a mi pregunta:
-¿Cómo se llama el pájaro de pecho anaranjado y cabeza azul?-
- Quitilipi.- me contestó sin vacilar. También me contó que se embriaga por mera orden de sus ancestros, los indios tolombones, que habitaban antiguamente este cerro y que fueron desterrados en el año 1600 después de Cristo. Nos quedamos en silencio, y después me marché al hospedaje.
Grisel me contó, que a la nochecita, cuando fue con Cielito a la despensa, el señor abría los brazos como las águilas abren sus alas, e invocaba al demonio, emitiendo sonidos guturales y escupiendo espuma a la calle. En la despensa se armó tal revuelo que salió el marido de la almacenera y echó al brujo “como a un perrryo”, como denunció a su salida, invocando a la Salamanca en su defensa.
Cielo quedó aterrorizada. Esa noche, estuvo arriba de la mesa por la mera presencia de un sapo en el jardín del hospedaje. Se aguantó las ganas de hacer pis, porque no quería ir al baño que quedaba afuera de la habitación, en el patio.



Vino Animaná












pájaro carpintero detrás de la hoja.














Pájaro Quitilipi en un árbol de Nogal.














San Carlos.
23/01
Boludeando con el celular en la plaza de San Carlos, una nena de cinco años, se me acerca y dice:
-Señor, súbase el pantalón, se le ve la raya-, - Ah… sí, gracias.-  Le contesté, mientras sentía el peso de los 4500 metros de altura y la resaca de seis cervezas Salta, presionando sobre la parte inferior de mi espina dorsal.

Cielo se hamaca en la plaza de San Carlos y después de varios llamados, se baja y parafrasea a Mafalda: “Apenas uno pone los pies en la tierra, se acaba la diversión.”

Escultura en la plaza de San Carlos.

24/01
El pueblo Sauna.
El pueblo de San Carlos queda a 22 kilómetros al norte de la ciudad de Cafayate. La temperatura oscila entre los 36 y 40 grados. No hay viento, ni brisa, ni siquiera una puta gota de fresco. El calor es asfixiante. La aldea parece una gran olla de agua hirviendo, y nosotros unos fideos “al dente”, listos para pasar al colador. Dedalitos flotando en la piletaza municipal de Salta, aprendiendo a flotar con Cielo que hunde la panza y la rebalza de agua clorada bajo el sol cancino.

Cafayate.
26/01
Desayunamos en la Hostería del Docente, donde nos hospedamos desde ayer a la tarde. La verdad es que después de dormir diez días seguidos en carpa, uno se acostumbra a dormir en la tierra. Pero uno no se acostumbra a cargar mochilas tan pesadas, ni que un provinciano te ponga la música a todo volumen al costado de la carpa.
Luego del desayuno, decidimos ir a pie al Divisadero del Río Colorado, según las referencias que obtuvimos antes de salir, este lugar quedaba a cinco kilómetros de la ciudad de Cafayate. Pero a nosotros nos parecía una distancia mucho mayor cuando comenzamos a transpirar bajo el sol del mediodía sobre el camino pedregoso. La discusión empezó a mitad de camino. Yo le propuse a Cielo llevarla a “Cocochito” (sobre mis hombros). Pero la mirada severa de Griselda, me hizo saber que, una vez más, lo había echado todo a perder. -Se suponía que éramos un equipo, un frente unido, que la nena podía llegar a destino, con su tiempo, pero por sus propios medios.- me soltó por lo bajo, mientras tomaba a la nena de la mano.  
Los dos sabemos perfectamente quien es Abbot en este matrimonio informal, y quien es Costello, o sea, quien parece un idiota y quien lleva la batuta. Y aunque yo soy el que hace reír a nuestros hijos, es Griselda quien recibe el último beso de buenas noches y el primer abrazo de los chicos cuando llegan de la escuela. Digo, nuestros hijos, porque también lo considero un hijo a Camilo, aunque él tiene otro padre. Camilo es casi mayor de edad, y en está ocasión decidió vacacionar en un lugar distinto al nuestro. Muy bien por eso, estoy orgulloso de su prematura independencia.
Lo que me molesta de Griselda es que no utiliza la palabra “Nosotros” cuando cuenta anécdotas en reuniones familiares, o de amigos. Quiero decir, ella suele atribuirse todo el mérito. “Cuando viajé a Brasil, conseguí un hospedaje en el centro histórico del Pelouriño, muy barato.” Como si en esas vacaciones yo no hubiese estado presente. Quiero ser claro. Un hombre no tendría que juntarse con una mujer más inteligente que él. Si lo hace, pasará el resto de su vida sintiéndose menos que un hombre.  
-Perdón, pero creo que a pesar de los tiempos que corren seguimos viviendo en una democracia.- Exclamó y después me hizo su descargo:
-En primer lugar y haciendo un cuadro sinóptico para que se entienda, si querés para ser más gráfica. Acá lo que buscamos tod@s es una experiencia, ¿Por qué querés suspender la experiencia inmolándote? Acá somos todos gauchit@s, el asunto es bancarse sin neutralizar a nadie, no te hagas el Macherano.-
Griselda es la que gana las discusiones con la lógica, y cuando no puede argumentar, gana la discusión sacándome de quicio. Bueno, la cosa es que cuando más enojados estábamos porque en medio de la discusión, caímos a cuenta que nos habíamos perdido. Una parejita de turistas con un auto nuevo, al vernos a pleno rayo de sol, con una niña de seis años, se detuvieron, y bajando la ventanilla, se escuchó la voz de una chica:
-¿Quieren que los alcancemos al Divisadero?-
- ¡Aleluya! ¡O brigado Deus!- Grité para mis adentros.
La cascada resultó más hermosa de lo que imaginábamos, como suele suceder con las cascadas, impredecibles. Volvimos con los mismos chicos, sentaditos como playmóvil en el asiento de atrás, un poco más cobardes y un poco más comprensivos con los otros. Cafayate es una siesta permanente.
27/01
Hay dos plazas públicas en la ciudad de Cafayate. Una se llama José de San Martín, el libertador de América, y la otra se llama Michell Torino Hermanos. Una bodega francesa que se apropió de todos los pequeños viñedos de Cafayate y que paga a los cosecheros la gamela completa de uvas, de cinco a seis pesos. Sacá la cuenta, tendrías que llenar 20 gamelas para ganar cien pesos. “El trabajo del otro me dignifica y enriquece.”, dirían los hermanos franceses.


 La Hostería del Docente en Cafayate es una réplica de la piscina de Coccon, la película de los viejitos y los marcianos de la década del ´80. La edad promedio de los pasajeros ronda los setenta años y las chicas que sirven el desayuno parecen enfermeras benevolentes. Todo el mundo murmura  como en las clínicas o los geriátricos. Muchas de las señoras con las que desayunamos mantienen sus modos de vicerrectora para untar una tostada o acomodarse su camisita de viyela. Mientras estamos en Cafayate, nos pasamos el día tirados en la plaza, comiendo o tomando mate, sino hay más que hacer. Pero no nos queremos dejar estar, los tentáculos del retiro voluntario de la vida son peligrosos y no tienen ninguna pileta rejuvenecedora en el fondo.

obra realizada por Cielo en la plaza céntrica de Cafayate.

28/01
Último día: La casita de Tucumán


Tucumán es la capital de todo el interior, no jodan, y que Córdoba lo asuma. Una regadera de gente en un jardín muy pequeñito. Pescamos el peor hotel de la zona, Brisa, como la compañerita de Cielo, es su nombre. No contará con agua corriente, pero está enfrente de la casita de Tucumán, que no es amarilla ni tan larga, pero me enorgullece como una estampita en el medio del desierto de realidad que vivimos.

"Yo he visto a la luna buena, besando el cañaveral..." Atahualpa Yupanqui"



Diario de Vacaciones.
Hemos dicho: Escondete!