sábado, 21 de marzo de 2020

Nueva Roma, te cura o te mata.

  

  
  Pandemia, calificó la OMS al brote del nuevo coronavirus que afecta al mundo. Sin lugar a dudas, este es el cuadro sintomático de un mundo enfermo. No me mal interpreten, cuando digo mundo enfermo, o en su defecto, fin del mundo, no me hago el loquito apocalíptico. No estoy expresando una idea cínica, nihilista o escéptica sobre la condición humana. Todo lo contrario, lo que quiero figurar es el umbral que debemos atravesar todes les seres humanos. Para ser más claro, “El  mundo enfermo” o “Fin del mundo” o como quieran llamarlo,  vendría a ser el interregno que debemos transitar entre todes. De un lado del umbral esta lo “viejo”, que se resiste perecer en nuestra condición humana, y del otro lado está lo “nuevo”, que le cuesta emerger, pero que nosotres tenemos la obligación de ayudarlo a nacer socialmente.
“La crisis consiste justamente en que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer, y en este terreno se verifican los fenómenos morbosos más diversos” (Gramsci, 2018, pág. 32).
  Cuando decimos “viejo”, no estoy haciendo referencia a los adultos mayores de sesenta años, que son grupo de riesgo en esta pandemia, sino que estoy haciendo referencia a nuestra construcción identitaria como sujetos. No podemos guiar más nuestras conductas y relaciones sociales al único objeto de obtener y conservar bienes. Erich Fromm (1900-1980), que en paz descanse, denominó conductas necrofilicas, a la clase de conductas humanas, donde todos los sentimientos, procesos, pensamientos, se convierten en meras cosas inorgánicas. Es muy peligroso para la humanidad esta clase de sujeto social, mero poseedor y consumista, porque una amenaza a la posesión de sus bienes, lo interpreta como una amenaza a sí mismo. En una crisis de emergencia social y sanitaria, esta clase de sujeto, no logra anteponer el bien común a su interés necrofílico. Si no me creen, pensemos en los miles y miles de ciudadanos norteamericanos del estado de Wiscosin, que frente a la pandemia, corrieron hacia las tiendas para comprar armas. ¡Increíble, pero real! No creo que haya mejor ejemplo que este que mencioné para graficar el concepto de necrofilia.
“La necrofilia en sentido caracterológico puede describirse como la atracción apasionada por todo lo muerto, corrompido, pútrido y enfermizo; es la pasión de transformar lo viviente en algo no vivo, de destruir por destruir, y el interés exclusivo por todo lo puramente mecánico. Es la pasión de destrozar las estructuras vivas” (E. Fromm, 2004, pág 330).
  Pero no nos desesperemos, no todo es tan oscuro, putrefacto y fatídico en este “Fin del mundo”.  El filósofo Hegel, dijo hace más de dos siglos atrás, que ninguna identidad es positiva y cerrada en sí misma, sino que se constituye como transición, relación, diferencia. Básicamente, lo que a grandes rasgos quiso decir Hegel, es que todavía estamos a tiempo de cambiar, que nuestra identidad no está del todo suturada, sino que sigue abierta…
  De alguna manera, todavía hay esperanzas. ¡Claro que sí! Por supuesto, no creo que todos tengamos esa voluntad de cambio, pero una gran parte de la población, probablemente sí. Una gran crisis, también es una gran oportunidad de cambio individual y social. ¿No les pareces? Nuestro amigo Erich Fromm, que ya lo traje a colación más de una vez, no sólo habla de necrofilia, también habla de biofilia. Conceptualmente la biofilia, vendría a ser el amor a la vida, en fin, la esencia de la ética humanista. El considera que si hemos de sobrevivir, un comportamiento virtuoso, creativo y cuidadoso hacia la vida es crucial para nuestra noción de salud mental, la de nuestros conciudadanos y de la humanidad en general.
  ¿Podemos empezar a obrar de manera virtuosa? Es una gran pregunta, ¿no les parece? No nos confundamos, la virtud no pasa por hacer las cosas para obtener un premio o un reconocimiento social. Claro que no. Si algo nos dejo en claro tener conciencia sobre la muerte, es que todas las cosas que hacemos para quedar bien con los demás, son realmente al pedo, sino estamos de acuerdo en primer lugar con nosotros mismos.
“… el valor de toda virtud radica en ella misma, ya que no se practica en orden al premio: la recompensa de la acción virtuosa es haberla realizado” (Séneca, IV a. C, carta a Lucilo, dijo y me conquistó).
  En esta crisis social que estamos viviendo, los días no son más como eran antes, y  muchas cosas que hacíamos, seguramente, no las vamos a volver a poder hacer por un tiempo, y otras cosas que ahora si hacemos, probablemente no la haríamos o hubiésemos hecho, sino estuviésemos en cuarentena. En fin, estamos en contacto y les propongo que escribamos, que nos escribamos cartas mutuamente. Ahora que tenemos tiempo, escribamos y leamos a piacere.
  Hemos dicho, Escondete!

Bibliografía:

Antonio Gramscí. (2018). Pasado y Presente: Cuadernos desde la cárcel. España: Editorial Gedisa.
Erich Fromm. (2004). Anatomía de la destructividad humana. México. Siglo Veintiuno editores.