domingo, 26 de junio de 2011

Sólo la música está en tu corazón.

  Una aproximación a la relación entre las prácticas sociales emergentes y el mercado.La música como espacio simbólico, en donde puedan emerger voces o acordes de resistencia. Espacio que es disputado, además, por la cultura de masas. Teniendo en cuenta al marketing como un cazador al acecho, que espera agazapado a que asome entre el follaje su presa, para dispararle un dardo somnífero. Encerrar al gorila en una pequeña jaula, para que pueda ser visto por todos, sin que nadie corra peligro. Las cosas por su nombre y si pueden envolverse para regalo, mucho mejor. 
  Hay un pasaje del libro "No logo" de Naomi Klein, que da cuenta de la captura, por parte de una lógica de mercado, de estas nuevas prácticas sociales emergentes. Hay un ejemplo, que menciona en su libro, que resulta muy interesante: En Estados Unidos, a fines de los años ochenta, surge en los jóvenes de los barrios bajos de las afueras de Nueva York, nuevas conductas y prácticas sociales. La manera de dialogar y vestirse eran distintas. Los jóvenes usaban ropa holgada y pantalones de tiro bajo, interactuaban y se movían con cadencia al ritmo del rap y el hip-hop. Estas nuevas prácticas generaron curiosidad en los sectores más abiertos y progresistas de la cultura americana y, por el contrario, escozor y prejuicio en los sectores más conservadores y pacatos de la misma. Cabe aclarar que estos chicos se vestían con ropa que les quedaba grande, porque la ropa la heredaban de sus tíos o hermanos mayores, por una imposibilidad económica que tenían sus familias de comprar ropa nueva. De este modo comenzó a vislumbrarse una corriente de jóvenes que usaban ropa más holgada que sus cuerpos.    La música que escuchaban tenía una fuerte impronta urbana, como el rap y hip hop, y denunciaban en sus letras, la indiferencia de un Estado completamente ausente, y un sistema judicial corrompido por el dinero y el poder. Así surge esta corriente contracultural, que tuvo la capacidad de enunciar sus propios discursos y reinventar su propio habitus. Ante esta circunstancia, la sociedad entra en pánico, como diría Giles Deleuze, en su libro de clases "Derrames": "Hay algo que chorrea, que desborda los códigos sociales vigentes". Deleuze ejemplifica gráficamente este concepto: Con el movimiento Punk en Inglaterra, que surge en los años sesenta. -Él lo explica mucho mejor, lo transcribiría textualmente si tuviera el libro, pero lo presté o lo perdí, que es prácticamente lo mismo- Él dice que hay un nuevo flujo social que desborda por donde se lo mire, este grupo de jóvenes que muestran sus pelos parados y sus cuerpos perforados o tatuados, decodifican los signos vigentes. Por ejemplo, la sociedad cuenta con códigos para distintos flujos de peinados: Están los peinados de las mujeres casadas, el código para las mujeres viudas, para las mujeres solteras, etc. Pero no existía ningún código social para los jóvenes que llevaban sin nigún pudor sus "crestas" por las calles de Londres. Hay un derrame de este flujo por encima del resto de la sociedad. En un principio, el movimiento punk logra su cometido, hay algo que incomoda en esos jóvenes a los cuales no les importa caer simpáticos, hay algo que chorrea...
  Con el paso del tiempo, el capitalismo sale triunfante, como explica Deleuze: La máquina capitalista, que funciona muy mal, logra sin embargo, tragarse todo lo que se le opone o es alterno, Deleuze habla de un concepto que él llama "axioma". El capitalismo axiomatiza estos flujos. Utiliza también otro concepto fundamental: "territorialización". A través de los axiomas adicionales que elabora el capitalismo para estos flujos sociales, se les asigna una territorialidad específica.
  Lo que a duras penas pude entender de este libro gordo y rojo, es que el capitalismo codifica el lenguaje de estas corrientes contraculturales para hacerlo propio y generar así, consecuentemente, nichos de mercados nuevos. El carácter popular abandona su condición subalterna, para subirse a la noción de éxito. Creándose nuevos segmentos de mercado, en los cuales, el sentido que cobra el significante, ya no serán las prácticas comunes de los jóvenes de estás clases subalternas. El marketing se apropiará de su estética irreverente y lo vaciará de la experiencia que fundamentó su sentido. A partir de este momento, cobrará valor ser "cool", "tener onda" por decirlo de algún modo. El criterio propio y vanguardista de estos jóvenes, pasa a manos del mercado, y ya no son ellos, los propios artifices de su construcción como sujetos. 


Mauro.