sábado, 19 de enero de 2019

El millonario suicida


  Todo el mundo habla de Piglia, pero yo les voy a contar la verdad, el libro más interesante que escribió Ricardo Piglia, se llama “Formas Breves” (1999). No es un libro de cuentos, ni una novela; sino que es un libro de teoría literaria. Cual pez en el agua, es en el ámbito en que mejor se desenvuelve el  escritor de Adrogué.
  En su tesis sobre el cuento, Ricardo Piglia, revela una idea para un cuento, que Chejov escribió en uno de sus cuadernos de viaje:
  “Un hombre, en Montecarlo, va al casino, gana un millón, vuelve a su casa, se suicida.”
  Ricardo Piglia utiliza esta anotación que hizo Chejov, para demostrar el carácter doble del cuento, quiero decir que el gran aporte a la literatura de los cuentistas clásicos, además de sus finales imprevistos, son las dos historias que se van hilvanando al escribir un cuento, una historia superficial, que es la que se muestra al público lector, y otra historia subterránea u oculta, podríamos decir, que como una puñalada en la boca del estómago, se revela al final del texto.
  El trabajo del cuentista clásico sería mostrar algunos elementos en la superficie del relato y dejar que el lector construya el verdadero significado de la narración, que es todo aquello que reside debajo de la superficie. No estoy diciendo nada nuevo, es la teoría archiconocida del iceberg, de Ernest Hemingway (1899-1961).
  El escritor que rompe con esta manera de escribir cuentos, sin lugar a dudas, es Raymond Carver, aunque creo que también lo hacen varios otres. Jerome Salinger, Lucía Berlín, son los que ahora me vienen a la mente.
  Lo maravilloso de Carver, es que en su obra, que los críticos denominaron como realismo sucio, hay siempre un hilo amenazante, en cualquier momento, los protagonistas de sus cuentos podrían volarse la cabeza de un escopetazo, pero no lo hacen, resisten estoicamente, a pesar de haberse separado de su pareja, o haber perdido todos sus bienes en un embargo, ellos deciden mantenerse en pie. Los personajes de los cuentos de Carver, vendrían a ser lo inverso al protagonista de la idea del cuento de Chejov, (que gana un millón y luego se suicida). Ellos son ciegos, alcohólicos recuperados o en recuperación, sujetos depresivos, mujeres de clases sociales bajas, pero sin embargo la siguen luchando, no se suicidan. Grisel los llama algo así como los escritores de la resiliencia.
  Me encantan los escritores de la resiliencia. Se me viene ahora a la cabeza el escritor Karl Marx, el escritor de la obra más importante de la modernidad, El Capital (1867), que la escribió en una mesa rodeado de chiquitos que tironeaban de su barba y tomaban el té con un mendrugo de pan, mientras los cobradores golpeaban la puerta de su pensión, intentando vanamente cobrar sus deudas. Quiero decir, que en esas circunstancias, él creó la teoría del plusvalor.
  No me quiero dispersar, porque antes de finalizar este pequeño ensayo, quiero contarles algo importante. ¿Ustedes saben porque el hombre que va al casino de Montecarlo, gana un millón, vuelve a su casa y se suicida? ¿No lo saben? Bueno yo si lo sé, pero no se los voy a contar, porque como dice Paul Auster, que escribió dos grandes  novelas que se llaman: “El Palacio de la luna” (1989) o “Leviatán” (1992), pero que también, hay que decirlo, escribió un montón de novelas malas, como “Viaje al Scriptorium” (2006). Bueno, el escritor prolífico de Nueva Jersey, dice, escuchen, que  es trabajo de cada lector crear su propia experiencia, habitar ese espacio, al cual, la prosa del escritor no llega. Por esta razón, queridísimos lectores, no les voy a contar cual es la razón que lleva a ese hombre a tomar tan extrema decisión. Es importante que lo piensen, porque si no es así, pueden caer en el mismo error garrafal que tuvo el capitán del Titanic, que creyó que la punta de un icerberg, era simplemente un cubito de hielo…