jueves, 10 de enero de 2013

Diario de viaje a Córdoba



Asado a leña de fin de año en camping El Durazno 





Preparativos: Arrancamos diez horas más tarde de lo previsto. El auto regula en tres cilindros cuando lo paso a nafta. Quise solucionarlo en el taller mecánico de “Papichurro” pero evidentemente es un problema por encima de su enorme capacidad: el complejo del sistema de inyección, se menciona la palabra scanner y computadora sin llegar a ninguna solución. No tengo el dinero necesario, ni el tiempo suficiente para poder solucionarlo. Decidimos con Gripi y los chicos, Camilo, Román y Cielo, partir hacia Córdoba con el auto en esas condiciones. Buscamos por ruta 0 un camino para optimizar el GNC. Ruta 8 es la solución y el Gauchito Gil nuestro protector.
Nuevo desperfecto técnico: Descubrimos a la altura de Pergamino que cuando prendemos el aire acondicionado,  suena horriblemente la correa del alternador: -¡”Papichurro” la puta que te…..!- grité sacando la cabeza por la ventanilla.
Parada estratégica:  La noche cerrada nos obliga a detenernos en un minúsculo pueblo del sur de Córdoba, llamado Chazón. De pura casualidad conocemos al intendente del pueblo en un almacén de ramos generales, le contamos los pormenores de nuestra situación tirándonos un poquito abajo, nos invita acampar  en el Club Municipal del pueblo. Mientras armamos las carpa, se organiza en el club una fiesta. ¡Karaoke y baile toda lo noche! Adentro de la carpa el piso tiembla y dormitamos con intervalos. “Nene Malo” suena hasta altas horas de la madrugada:

-“Como me gusta la noche, como me gusta la noche, como me gusta la noche, las rochas y las chetas bailando en mi coche…”-

Segundo día: Retomamos viaje 9.00 am,  muy agradecidos por la hospitalidad recibida de los parroquianos de Chazón. Nos  dieron comida y alojamiento gratuito. No por casualidad  el nombre del intendente es Ernesto.   
Después de soportar un viaje vibrante, con tres niños peleándose en el asiento trasero, una multa de setecientos pesos por no llevar cinturón de seguridad y las indicaciones poco claras de los lugareños,  llegamos exhaustos al camping paradisiaco del Durazno, partido de Yacanto de Calamuchita. Hicimos el camino inverso de Adán y Eva: Del Infierno fuimos a parar al Paraíso.
Pasamos fin de año con un cielo lleno de estrellas y un río inquieto siempre presente. Román nos enseñó los luceros que guiaron a los Reyes Magos hasta el niño Jesús.  Conversamos largo y tendido. La gordita se durmió primero. Camilo y Román decidieron dormir en el auto porque en la carpa hacía mucho frío. Pasamos tres días maravillosos con dos noches muy frías. Cielo aprendió a bailar el gangnam style el 31 a las doce, con un cordobés de cuatro años llamado Emiliano.
                                          El Durazno
                                                       Sofía y Cielo en la playa del Durazno. Gripi saca la foto.

¡Peligro! El auto tiene una pérdida de gas, ya tres campamenteros me lo advirtieron.  Yo sólo trato de no aparcarlo cerca de una parrilla. Probé con un taller mecánico en Córdoba capital, pero no hago buenas migas con el técnico. El habla efusivamente de válvulas y pistones, pero no me acerca una solución. Pregunto todo el tiempo ¿ustedes sienten olor a gas?, con el correr de las horas mis compañeros de ruta ya ni me responden… Seguimos camino a Capilla del Monte a pesar de las contingencias.  
Capilla del Monte es un pueblo al cual lo bordean las faldas del Cerro Uritorco. La ciudad que parece sacada de un cuento gótico, cuenta con una parroquia hecha en piedra, ladrillo y hormigón rústico. Según la leyenda del lugar está construida sobre un cementerio indio. Las calles por la noche son oscuras y silenciosas.
Los pueblerinos son  de cuerpos fibrosos, pero de carácter taciturno. Camilo y Román fueron al centro y compraron ropa marciana, que tiene mucha onda. Gripi y yo no paramos de hacer tareas domésticas, como lavar ropa, juntar leña y calentar agua.
                                   De izq a der: Mauro, Román, Camilo, plaza de San Marcos Sierra.

Mirás para los costados y están siempre ahí, los cerros que te aquietan el alma. Venía con un montón de preguntas para la montaña y ahora me las olvide todas. Me respondió eso: que aprenda a olvidarme. En Capilla hay tantos niños como personas adultas, es una buena proporción. Me prometo no quedarme demasiado en lugares que no respeten este porcentaje. Gripi

“¿Te gusta la cerveza papi? Porque a mí me gusta la coca”. Ana Cielo.

Llevo un envase de cerveza Córdoba en la mochila “Barby” de Ana Cielo. Pero casi no tengo tiempo para cargarla. Estoy del tobogán a las hamacas. ¡Cielo no para! Espero poder tomar una cerveza bien fría  en estás vacaciones. Mauro

Conflicto en el grupo: Hoy se avecinó un frente de tormenta. Nos peleamos todos los miembros del grupo y casi nos volvemos con la cabeza gacha por ruta ocho. Por suerte la sabiduría del cerro nos iluminó y pudimos conversar sobre las cosas que nos molestaban del otro. En fin, cada uno aportó lo suyo. Aunque nadie cambió de opinión,  nos dimos cuenta que todos queríamos lo mismo, subir al cerro Uritorco por el camino alternativo.
Culebrón estival: Camilo esta coqueteando con la vecinita del dormis de al lado. El padre de la nena es “Amo y Señor” de la familia; la típica familia patriarcal cordobesa. Estefanía es el nombre de la princesita que se muestra interesada ante cada monería que hace Camilo. Ayer a la noche la interceptó camino al baño y la atacó a preguntas: -¿Sabés que el centro está a seis cuadras?- -¿Conocés un lugar para ir a bailar?-.
Espero que Camilo sepa manejarse con precaución,  caso contrario, el padre, castigador por herencia, nos va a cascar a todos.
El camino del conocimiento: Hicimos un aliado con Gripi, se llama  señor Kosta, oriundo de Capilla. Tez morena, de unos cincuenta y cinco años de edad. Tiene un bar cerca de la terminal de ómnibus, pero el bar es sólo una fachada. Su verdadera vocación es el camino del conocimiento. Después de la segunda cerveza le pregunto si conocía alguien que se especializara en GNC, porqué mi auto tiene una fuga de gas en la válvula, le explico. Me orientó hacia la persona indicada. El nagual Claudio, que vive en las afuera del pueblo, me enseñó como cerrar la pérdida de gas cuando apago el motor. Desde entonces, viajamos más tranquilos.  
Salimos de Capilla rumbo a San Miguel de los Rios. En el camino hicimos una parada en Villa General Belgrano para proveernos de alimentos en nuestra estadía en San Miguel.
Villa General Belgrano: es una aldea ordenadita como living de psicópata, pero nos sirvió para recorrer un poco la Alemania antes del “39 y comprar víveres para nuestra última parada. En la villa abundan los locales de cerveza artesanal, oktoberfest, madera a la vista, casas de té, cartelería alemana… Gordos fofos y rosados, como un delfín en un estanque en el que no entra ninguna otra especie. La perlita del lugar: “Adolfito”, regalería y jabones artesanales.
San Miguel de los Ríos
Llegamos a media tarde a un angosto vado surcado por un río torrentoso que baja del cerro como una serpiente plateada. El camping es Ecofriendly. No hay luz eléctrica. Utilizan paneles solares para acumular energía durante el día, para usarla de noche. Es un lugar muy tranquilo y de noche se ve el cielo como en el planetario. Román sabe cuál es el cinturón de Orión y afirma que los cometas están hechos de hielo y fuego. Mientras cenábamos, Camilo y Román se pelearon casi a las piñas. Camilo se fue y no regreso hasta las 2 AM. Fue un momento de mierda.  
                                          San Miguel de los Ríos
Ultimo día de camping
Camilo y Román se amigan y pasan la tarde y la noche con un grupo de chicos y chicas. Juegan a Verdad/Consecuencia, a la botellita. La pasan realmente bien, los chicos se manejan solos y nosotros respiramos un poco. Todos por primera vez nos sentimos parte del lugar y fantaseamos secretamente vivir sin luz eléctrica y convertirnos en leñadores, excepto el auto, que pierde gas en grandes cantidades.
-El auto está enfermado- Cielo.                                                                                                                                                                          
Regreso
Día ocho de enero, amanece lloviendo. Seguimos durmiendo mientras comienza a desatarse una tormenta y a humedecerse el piso de la carpa. Cielo duerme como un oso panda y oímos como todo el mundo empieza a levantar campamento. Cargamos los bolsos y nos marchamos en medio de la ventisca. Si el río crece nos vamos a tener que quedar una semana.
Al viaje de vuelta le ponemos diez horitas, la ruta lechera plagada de camiones y peajes injustificados, no nos detiene. La correa del alternador si lo hace, rompiéndose en Santa Fé. Nuevamente se nos presenta un desafio. Quedamos detenidos en la banquina, miro a nuestro alrededor y sólo diviso a trescientos metros un hotel alojamiento. Me traslado hacia allí.  Conozco un aliado inesperado, un hombre afable, con el torso desnudo,   me recibe en el hotel alojamiento Venus. Me da la dirección del mecánico del pueblo más cercano: Wheelright y me indica una muy buena estrategia para llegar sin la correa del alternador.  Llegamos al fin al mecánico del pueblo. Todo sale muy bien. Siento un gran alivio, Dios nos ayudó. El mecánico es un hombre sumamente gentil, cambia la correa rápidamente, no me cobra caro y seguimos camino.  Me gustaría poder vivir ahí para poder tener de una vez por todas, un buen mecánico.

Los chicos están cansados, violentos y pedigüeños en el asiento de atrás. A lo largo de todo el recorrido Camilo y Román repasan toda la historia de Dragon Ball Z.

¿Mauro, cuando llegamos, me llevás directo a mi casa, ó antes comemos? Román.

Román: -Cielo no me pegués-
Cielo: -No fui yo, fue la Barbie-

-Yo esto en mi casa no lo hago ni en pedo- Camilo (dibujando).

Pasada la medianoche arribamos a Escalada como náufragos tocando tierra firme después de cruzar el Atlántico. Prendemos uno con Gripi en el patio. Los chicos miran la tele. En Buenos Aires un aluvión de novedades de toda índole nos lleva por delante… Cuando por fin estoy apagando las luces de mi casa para irme a dormir, empiezo a extrañar al gato.
Mauro.