lunes, 28 de noviembre de 2022

El adulto verde

 

Por favor no repitan más esas frases como si fueran loros. Ya sé que se supone que uno debe ser feliz, o hacer todo lo posible para serlo. Chocolate por la noticia.

Cuando era niño, era generalmente feliz, o al menos estaba casi todo el tiempo dispuesto a serlo. Sabía perfectamente que hacer para alcanzar la felicidad. Abría la puerta de mi casa y me iba a jugar a la pelota con los pibes. La coca de vidrio bien fría, la amistad, la gomera, los perros y la pileta, me bastaban para ser feliz.

El tiempo pasó y me convertí en un adolescente y aunque se me llenó la cara de forúnculos y se me ensanchó la cadera, mi gran círculo de amigos y mis múltiples actividades sociales y deportivas, sostuvieron mi frágil felicidad.

El problema surgió cuando me convertí en un adulto verde. Para que lo entiendan, es esa etapa de la vida, muy característica de algunas personas, que ya no son más adolescentes, pero tampoco son adultos de veras. A mí me duró desde los veintidós años hasta los treinta y tres años de edad aproximadamente. Es esa etapa donde se te escapan las certezas como el jabón de las manos. Uno comienza a dudar de todo, hasta de su propio apellido. Conocí una compañera en la facultad, que era físicamente muy similar a su mamá, su mismo pelo rubio, su misma nariz respingada, su mismo cutis blanco, no había ninguna razón para dudar de su identidad biológica; sin embargo, su profundo malestar y el pésimo vinculo que tenía con ella, la llevó hacerse una prueba de ADN a las Abuelas de Plaza de Mayo, para verificar si era hija de desaparecidos. (Obviamente los resultados no coincidieron). Bueno, su adultez verde no terminó allí, mi amiga después se enamoró de un cura, pero como dice Santo Biasatti, ese es otro tema.

Perdonen la digresión, estábamos hablando que el adulto verde, o como ustedes quieran llamarlo, comienza a dudar de todo, hasta de su propio apellido y que en esa crisis identitaria va tratando de avanzar en la vida, llevándose puesto a varias personas y a él mismo al infierno.

Quiero recalcar algo importante, una característica distintiva de los adultos verdes, es que suelen emplear un montón de tiempo y muchísima energía en lograr objetivos, que al fin y al cabo, no le interesan. Yo, por ejemplo, estudié un año y medio la carrera de Martillero Público. Mientras estudiaba Marketing, Derecho comercial, Tasaciones y Subastas, me convencía a mí mismo, diciéndome que iba a ser redituable, que tenía una gran salida laboral, que iba a ganar dinero, bla, bla, bla. Por suerte, la lectura del libro: ¿Qué es la propiedad? De Pierre Jospeh Proudhon, me advirtió que esa carrera no tenía nada que ver conmigo.  

Durante mucho tiempo reflexioné sobre éste tema y pensé que quizás una de las principales causas de mi adultez verde, era que mi “Súper Yo” tenía en cautiverio a mi “Ello”. Pero no estaría en condiciones de afirmarlo, porque como ya les dije, no estudié la carrera de Psicología, sino la de Martillero Público, un año y medio.   

Ahora qué, verdaderamente soy consciente del paso del tiempo y que ya no soy más un adulto verde, por lo menos, verdaderamente eso creo. Puedo afirmar, que recién empecé a cambiar algunos años después que perdí a mi gente. Mi familia nunca fue fácil. Pero siempre fue incondicional. Mi papá, mi abuelo y mi abuela, tres piezas esenciales para mí, se cayeron como fichas de dominó una arriba de la otra. La muerte en cadena de ellos, me dejó deshauciado como un pollito en medio de la carretera.

Quizás, uno debe convertirse en cenizas para regenerarse como el ave fénix. O mejor aún, uno debe decidir como las águilas, dejarse morir o enfrentar el doloroso proceso de regeneración. Bueno, yo elegí volar hacia lo más alto de la montaña y golpear mi pico viejo contra la piedra, hasta arrancarlo. Luego, me guardé en el nido un buen tiempo, hasta que obtuve un pico nuevo y unas garras bien fuertes.

Volviendo al comienzo, les pido por favor, no repitan más esas frases, “Debes ser feliz, no perfecto”. “Ve tras tus sueños” y un montón de cursilerías por el estilo, que suelen repetir en cumpleaños, reuniones familiares y fiestas. ¡Basta! Ya bastante desazón tienen nuestros adultos verdes para que le sumemos más ansiedad a sus problemas. Nadie tiene la fórmula para ser feliz. ¡Nadie puede saber cuál es su misión en la vida, siendo un adulto verde! Yo, humildemente, que pasé por eso; en primer lugar les aconsejaría a los adultos verdes hacer ejercicios físicos; en segundo lugar, reunirse con gente, aunque no sean amigos verdaderos, es muy importante relacionarte con gente; y por último, escribir sobre ti mismo, sobre tus pensamientos, trata de escarbar sobre tu inconsciente, trata de conocerte a ti mismo.

 

  

viernes, 11 de noviembre de 2022

Ah joven Werther

Ah joven Werther, que gracioso eres, dices que los niños no saben lo que quieren y que los adultos no saben adónde van ni de dónde vienen, mientras te largas desnudo a cruzar el puente.

Ah joven Werther, allí te veo, sentado al sol, en una mesita de una taberna rupestre, leyendo a Homero y sosteniendo una taza humeante de fe.

Ah joven Werther, tu esparces el amor romántico, como la noche se astilla en estrellas.

Ah joven Werther, como te estremecías cuando sus pies tocaban sin querer los tuyos debajo de la mesa.  

Ah joven Werther, no te engañabas, ese brillo en sus ojos negros develaban interés en ti. Pero déjame decirte algo, sin ofenderte, detrás de tu amor platónico, sólo hay un sujeto triste y transparente.