domingo, 31 de enero de 2016

Diario de Viaje a Tucumán y Salta.

Tafí del Valle.

10/01
Llegaron al camping municipal de Tafi del Valle, un grupo de boy scouts de la ciudad de Cafayate. Uno de los niños, escala hasta la punta del sauce llorón, y Cielo preocupada me dice: -¡Se puede matar, papá!- -No Cielo, son niños profesionales.- Le contesto mientras continuo leyendo “La Gaceta” (El diario gorila de la provincia de Tucumán).

Los boy scouts son tan corporativos que no registran a otros niños que no están uniformados como ellos. Ni que estén en la punta de sus narices.

11/01
Visitamos una capilla Jesuita, en la cual, los sacerdotes jesuitas, contaban con un túnel secreto que se encontraba justo debajo del púlpito de la capilla. El túnel secreto les permitía poder escapar frente a un inminente ataque del malón.  El túnel no lo pudimos recorrer porque el gobierno de facto de 1976 lo bloqueó con cemento, para impedir que los guerrilleros lo utilizaran como posible vía de escape frente a una redada del Ejército argentino.
Viva el Ejército, pero el Ejército Revolucionario del Pueblo, no el ejército genocida de Agosti y Videla.

graffiti mochilero.


12/1
-¡No agarres a la mariposa, papá!- Me grita Cielo, mientras una mariposa color manteca posa sus patitas de tela en el tomate que estaba a punto de engullir. – No la agarro ni a palos Cielo, viven  veinticuatro horas, sería terrible transformar su efímera existencia en la película "Expreso de medianoche”.
“Cantan las flores con el amor del sol.”, dice Cielo. “En las vidas de las mariposas, las flores son como hoteles con piletas de polen”, agrega Griselda.
 La persona más vieja es tucumana y en un mes va a cumplir 119 años. Nació en Famaillá. Efemérides mochileras.

Amaicha del Valle.
13/1
De los 365 días del año, según los comuneros de Amaicha, 360 días son de pleno sol. Nosotros tuvimos la mala suerte que justo nos tocó uno de los cinco días lluviosos del año. ¡Estamos meados por un Gliptodonte!


14/01

"Un diablo se cayó al agua y otro diablo lo sacó, y un tercer diablo dijo: ¿Cómo diablo se cayó?" Copla indígena.

“Ojala no nos crucemos en el camino con un tigre diente de sables” Cielo.
Museo de La Pachamama. Amaicha del Valle.













15/01
Leyendo un cuento de Poissant “100% algodón”  me desasné aprendiendo que los sordos hablan en sueños como cualquier persona. Mientras sueñan, mueven las manos sobre el pecho, hablando en lenguaje de señas. Sus manos suben y bajan al ritmo de sus ronquidos. Es el lenguaje de los sueños, incomprensible, pero hermoso.

16/01
Día seis. Creo que ya no me molesta dormir sobre la tierra. El cuerpo se acostumbra.
Frente a la carpa, un perro negro y chiquito, rasca la tierra y se hace una cuna fresquita de tierra húmeda para descansar. Es cuestión de hacerse el hueco en este mundo.

17/01
Los chicos robot.
Ser un chico robot parece práctico, alguna vez yo también caí en la trampa.
Hoy unos chicos robot me complicaron el día, suelen hacerlo ya que sus practicidades no le resultan a nadie, ni siquiera a ellos mismos, que lo único que obtienen de los demás son miradas perplejas, reprobatorias, como la mía. Me levanto y salgo de la calurosa carpa, me ducho y consigo agua caliente para los primeros mates en un camping del norte, atiborrado de visitantes. Pongo a cargar mi celular en la toma del palo de luz, repleto de zapatillas y cargadores. Cuestión que cerca de la una de la tarde, mi celular con el cargador blanco no aparece por ningún lado.
Para comenzar tengo que hacer aclaraciones que iluminen el relato, un chico robot ya la hubiera realizado en el primer párrafo, no ejerce saltos en la historia, eso podría crear una confusión, y a ellos no les gustan los malos entendidos, ¼ de paleta y un ¼ de queso, ½ kilo de miñoncitos y una coca de litro y medio, sin una gota de magia.
Así son los chicos robots. Ellos suelen tener todas las necesidades satisfechas. Su infancia y adolescencia fueron socializadas en escuelas e instituciones privadas. Sus amistades provienen de estos ámbitos. Resulta que estos muchachos o muchachas suelen ser culturosos, conocen las notas musicales del pentagrama y la literatura de Jorge Luis Borges, entre otros berretines. Pero su mayor dificultad es que no logran registrar al otro. La otredad es algo invisible para su vista. Si una madre y su hijita van paradas en el colectivo, ellos no les ceden el asiento, no porque sean malas personas, simplemente porque están escuchando el disco “La era de la boludez” del grupo Divididos, en su celular inteligente. Y por otro lado, consideran que la organización de los asientos debería ser responsabilidad exclusiva de la compañía de ómnibus.
Después de un día de incomunicación completa vuelven los chicos robot  de su excursión a las ruinas de Quilmes, repletos de datos formales, y sin haber atravesado ninguna emoción. Mauro los encara como último recurso y  un poco desesperado.
-¿Chicos,  ustedes de casualidad, agarraron un celular de la toma de Luz?
- No creo- dijo dubitativo uno de ellos, mientras otro abría el cierre de su carpa y hurgaba en la zapatilla que habían dejado en un rincón, antes de partir a las ruinas.
- Ah sí, acá está, es que estábamos apurados y lo debemos haber guardado, disculpa…-
- Igual, acá, estaba re seguro…- Le contestó el imberbe y volvió a la clasificación de piedritas que se afanó de las ruinas.
Y  mientras tomó un mate, los veo desarmar la carpa con organización militar, repartir el peso de sus mochilas y dividir el dinero para los pasajes de micro.

19/01
En el viaje en colectivo al El Remate, camino por el pueblo “Los Sazos” Cielo dice que quiere subirse a una montaña para probar que sabor tienen las nubes.
Llegamos al final del recorrido, al territorio ancestral y sagrado de los indios Amaicha. En el recreo comimos unas empanadas de carne con limón, que nos dio la energía suficiente para dirigirnos a las cascadas de agua que tiene esta quebrada.
El lugar es lo más similar al Edén, donde Adam y Eva fueron expulsados, simplemente por intentar ser felices.

El Remate. Los Sazos. Amaicha del Valle.



En el regreso de la cascada, casi tropiezo con una serpiente, cual arroyo ámbar plateado  que serpentea desde la montaña. En dos segundos de gloria logro las mejores fotos de las vacaciones y siento que estoy para volverme.












Pichao.
El pueblo que huele a fruta.
Amanecimos en un pequeño pueblo rodeado de arboles frutales: Nogales, higueras, ciruelos, manzanos. Esta pequeña aldea de pocos habitantes no tiene infraestructura para recibir turistas. Por lo cual, ayer a la tarde, estuvimos rondando de una casita a otra para ver quien nos hospedaba.
Por suerte al final del día pudimos encontrar una habitación pegada a una higuera, árbol predilecto del pájaro Quitilipi que muy gentilmente cantó para mi.
Membrillo  de Pichao.

21/01
Ayer me crucé con un brujo que esta ayunando hace dos meses, más o menos. -Sólo tomo jugo de hierbas y vino Animaná.- me contó. Llevaba una gorra gastada con la marca ALBA y sus ojos aguados, celestes como agua de vertiente, flotaban en sus órbitas, cual charcos. Su dialecto es una mezcla de quechua y español. Muchas personas de esta aldea lo consideran un borracho perdido, pero están equivocados. Yo tuve la oportunidad de conversar con él un rato, mientras me solicitaba que le abra el vino de cartón, con mis fuertes dientes.
Fue la única persona de todo el pueblo que supo contestar a mi pregunta:
-¿Cómo se llama el pájaro de pecho anaranjado y cabeza azul?-
- Quitilipi.- me contestó sin vacilar. También me contó que se embriaga por mera orden de sus ancestros, los indios tolombones, que habitaban antiguamente este cerro y que fueron desterrados en el año 1600 después de Cristo. Nos quedamos en silencio, y después me marché al hospedaje.
Grisel me contó, que a la nochecita, cuando fue con Cielito a la despensa, el señor abría los brazos como las águilas abren sus alas, e invocaba al demonio, emitiendo sonidos guturales y escupiendo espuma a la calle. En la despensa se armó tal revuelo que salió el marido de la almacenera y echó al brujo “como a un perrryo”, como denunció a su salida, invocando a la Salamanca en su defensa.
Cielo quedó aterrorizada. Esa noche, estuvo arriba de la mesa por la mera presencia de un sapo en el jardín del hospedaje. Se aguantó las ganas de hacer pis, porque no quería ir al baño que quedaba afuera de la habitación, en el patio.



Vino Animaná












pájaro carpintero detrás de la hoja.














Pájaro Quitilipi en un árbol de Nogal.














San Carlos.
23/01
Boludeando con el celular en la plaza de San Carlos, una nena de cinco años, se me acerca y dice:
-Señor, súbase el pantalón, se le ve la raya-, - Ah… sí, gracias.-  Le contesté, mientras sentía el peso de los 4500 metros de altura y la resaca de seis cervezas Salta, presionando sobre la parte inferior de mi espina dorsal.

Cielo se hamaca en la plaza de San Carlos y después de varios llamados, se baja y parafrasea a Mafalda: “Apenas uno pone los pies en la tierra, se acaba la diversión.”

Escultura en la plaza de San Carlos.

24/01
El pueblo Sauna.
El pueblo de San Carlos queda a 22 kilómetros al norte de la ciudad de Cafayate. La temperatura oscila entre los 36 y 40 grados. No hay viento, ni brisa, ni siquiera una puta gota de fresco. El calor es asfixiante. La aldea parece una gran olla de agua hirviendo, y nosotros unos fideos “al dente”, listos para pasar al colador. Dedalitos flotando en la piletaza municipal de Salta, aprendiendo a flotar con Cielo que hunde la panza y la rebalza de agua clorada bajo el sol cancino.

Cafayate.
26/01
Desayunamos en la Hostería del Docente, donde nos hospedamos desde ayer a la tarde. La verdad es que después de dormir diez días seguidos en carpa, uno se acostumbra a dormir en la tierra. Pero uno no se acostumbra a cargar mochilas tan pesadas, ni que un provinciano te ponga la música a todo volumen al costado de la carpa.
Luego del desayuno, decidimos ir a pie al Divisadero del Río Colorado, según las referencias que obtuvimos antes de salir, este lugar quedaba a cinco kilómetros de la ciudad de Cafayate. Pero a nosotros nos parecía una distancia mucho mayor cuando comenzamos a transpirar bajo el sol del mediodía sobre el camino pedregoso. La discusión empezó a mitad de camino. Yo le propuse a Cielo llevarla a “Cocochito” (sobre mis hombros). Pero la mirada severa de Griselda, me hizo saber que, una vez más, lo había echado todo a perder. -Se suponía que éramos un equipo, un frente unido, que la nena podía llegar a destino, con su tiempo, pero por sus propios medios.- me soltó por lo bajo, mientras tomaba a la nena de la mano.  
Los dos sabemos perfectamente quien es Abbot en este matrimonio informal, y quien es Costello, o sea, quien parece un idiota y quien lleva la batuta. Y aunque yo soy el que hace reír a nuestros hijos, es Griselda quien recibe el último beso de buenas noches y el primer abrazo de los chicos cuando llegan de la escuela. Digo, nuestros hijos, porque también lo considero un hijo a Camilo, aunque él tiene otro padre. Camilo es casi mayor de edad, y en está ocasión decidió vacacionar en un lugar distinto al nuestro. Muy bien por eso, estoy orgulloso de su prematura independencia.
Lo que me molesta de Griselda es que no utiliza la palabra “Nosotros” cuando cuenta anécdotas en reuniones familiares, o de amigos. Quiero decir, ella suele atribuirse todo el mérito. “Cuando viajé a Brasil, conseguí un hospedaje en el centro histórico del Pelouriño, muy barato.” Como si en esas vacaciones yo no hubiese estado presente. Quiero ser claro. Un hombre no tendría que juntarse con una mujer más inteligente que él. Si lo hace, pasará el resto de su vida sintiéndose menos que un hombre.  
-Perdón, pero creo que a pesar de los tiempos que corren seguimos viviendo en una democracia.- Exclamó y después me hizo su descargo:
-En primer lugar y haciendo un cuadro sinóptico para que se entienda, si querés para ser más gráfica. Acá lo que buscamos tod@s es una experiencia, ¿Por qué querés suspender la experiencia inmolándote? Acá somos todos gauchit@s, el asunto es bancarse sin neutralizar a nadie, no te hagas el Macherano.-
Griselda es la que gana las discusiones con la lógica, y cuando no puede argumentar, gana la discusión sacándome de quicio. Bueno, la cosa es que cuando más enojados estábamos porque en medio de la discusión, caímos a cuenta que nos habíamos perdido. Una parejita de turistas con un auto nuevo, al vernos a pleno rayo de sol, con una niña de seis años, se detuvieron, y bajando la ventanilla, se escuchó la voz de una chica:
-¿Quieren que los alcancemos al Divisadero?-
- ¡Aleluya! ¡O brigado Deus!- Grité para mis adentros.
La cascada resultó más hermosa de lo que imaginábamos, como suele suceder con las cascadas, impredecibles. Volvimos con los mismos chicos, sentaditos como playmóvil en el asiento de atrás, un poco más cobardes y un poco más comprensivos con los otros. Cafayate es una siesta permanente.
27/01
Hay dos plazas públicas en la ciudad de Cafayate. Una se llama José de San Martín, el libertador de América, y la otra se llama Michell Torino Hermanos. Una bodega francesa que se apropió de todos los pequeños viñedos de Cafayate y que paga a los cosecheros la gamela completa de uvas, de cinco a seis pesos. Sacá la cuenta, tendrías que llenar 20 gamelas para ganar cien pesos. “El trabajo del otro me dignifica y enriquece.”, dirían los hermanos franceses.


 La Hostería del Docente en Cafayate es una réplica de la piscina de Coccon, la película de los viejitos y los marcianos de la década del ´80. La edad promedio de los pasajeros ronda los setenta años y las chicas que sirven el desayuno parecen enfermeras benevolentes. Todo el mundo murmura  como en las clínicas o los geriátricos. Muchas de las señoras con las que desayunamos mantienen sus modos de vicerrectora para untar una tostada o acomodarse su camisita de viyela. Mientras estamos en Cafayate, nos pasamos el día tirados en la plaza, comiendo o tomando mate, sino hay más que hacer. Pero no nos queremos dejar estar, los tentáculos del retiro voluntario de la vida son peligrosos y no tienen ninguna pileta rejuvenecedora en el fondo.

obra realizada por Cielo en la plaza céntrica de Cafayate.

28/01
Último día: La casita de Tucumán


Tucumán es la capital de todo el interior, no jodan, y que Córdoba lo asuma. Una regadera de gente en un jardín muy pequeñito. Pescamos el peor hotel de la zona, Brisa, como la compañerita de Cielo, es su nombre. No contará con agua corriente, pero está enfrente de la casita de Tucumán, que no es amarilla ni tan larga, pero me enorgullece como una estampita en el medio del desierto de realidad que vivimos.

"Yo he visto a la luna buena, besando el cañaveral..." Atahualpa Yupanqui"



Diario de Vacaciones.
Hemos dicho: Escondete!


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