viernes, 31 de octubre de 2014

Diario de viaje a Cuyo

 ¡Encontrá el zorro escondido entre el follaje!
Y de paso zambullite en una nueva aventura de Escondete!


Saliendo de la ciudad de San Juan, rumbo a Mendoza, hay una montaña gigante que te despide silenciosa, desde lo lejos, como una abuela sabia. Me contaron que se llama "Cordón de plata" y me imaginé el cordón de una zapatilla cremosa...

Evidentemente, el Gobierno de San Juan no le puso ninguna onda a las viviendas sociales que construyó. Desde la ruta, la hilera de casitas,  parecen una cubetera de hielo en el medio de un desierto infinito. Algunos gobernadores como Gioja deberían pensar si les daría ganas de tomar mate en la puerta de alguna de esas casas sin sombra, sin frente ni olvido. La diferencia está en el ingenio de pensar al otro como si fuera uno mismo. Las personas están para colaborar con el paisaje, no para empeorarlo, no lo olvide señor gobernador.


En San Juan estuvimos sólo un día y mirando desde la ventanilla del auto. Sinceramente, no teníamos ningún ánimo para recorrerla. Estábamos extenuados y con un conflicto intrafamiliar que nos puso el freno de mano.

La noche anterior a arribar a la ciudad de San Juan, habíamos acampado con Grisel y Cielo en el Parque Nacional de Sierras de Las Quijadas. El lugar está zarpado: hay zorros, conejos parecidos a canguros, manadas de burros salvajes, cóndores, y una vista panorámica desde las sierras que es imponente. Pero la noche fue muy dura, el camping no contaba con  luz eléctrica, ni agua, ni vendía alimentos. Sólo estábamos nosotros tres, muertos de miedo, adentro de la carpita, escuchando el zumbido tenebroso del viento del desierto. Esta vez el freno lo pusimos nosotros, cuántas estrellas se pueden contar cuando estás rodeados de fantasmas mentales, esa noche cuando intentaba dormir mil veces, ahuyentando las víboras y los alacranes del miedo, pensaba ¿porqué recorrer miles de kilómetros para volver a sentir que sos un pendejo escondido debajo de la frazada? Los viajes tienen eso y uno termina extrañando la luz del baño prendida de la casa de la infancia.

En una semana recorrimos, la ciudad de San Luís, el pueblo de Trapiche, Las Sierras de las Quijadas, y  la ciudad de San Juan, en un auto Volkswagen Gol. El auto tenía un desperfecto mecánico, un problema en la tapa del carburador, que nos impedía conducirlo a nafta, cada vez que lo pasaba de gas a nafta, corcoveaba como un caballo salvaje. Esta condición que no preveía antes del viaje,  nos hacía detener indispensablemente en una Estación de GNC, cada cien kilómetros. A esa altura del viaje, no podía más, la mayor parte del tiempo pensaba en el carburador y en el sistema de inyección, que funcionaba para el demonio. "Si llegamos vivos a Buenos Aires, juro por Dios, no volver a manejar tantos kilómetros en tan pocos días." 


La ruta optimizada de GNC fue siempre nuestra elección. La ceremonia de cargar gas comenzó a repetirse robóticamente a lo largo de todo el camino.


- ¿Por qué papá siempre quiere hacer lo mismo mami? Siempre quiere cargar gas.-  Ana Cielo.



La ruta nacional 40 lucía preciosa, la cordillera de los Andes la bordea con todo su esplendor hasta llegar a Mendoza. En el limite entre San Juan y Mendoza nos detuvo un agente de la polícia sanitaria, nos preguntó sí llevabamos alimento y nos hizo abrir inmediatamente el baúl para revisar el coche. La neura se apoderó inmediatamente de mi. Recordé que había guardado el perro sin ninguna precaución, adentro de una cacerola. "Estamos fritos" me dije a mi mismo. Por suerte, el agente dio un vistazo muy por arriba, y  por su expresión en el rostro, no tenía ganas de causar problemas a una pareja con su hijita, por una boludez tan pequeña e inofensiva. Me devolvió el registro y se puso a conversar con otro agente. Cerré el baul y me dirigí un poco nervioso al interior del coche. Una vez que retomamos la ruta, suspiramos aliviados con el vidrio empañado por una especie de espadol que te tiran como despedida.


La ciudad de Mendoza debe ser una de las ciudades céntricas más bellas de este país. Además de ser una urbe histórica y moderna al mismo tiempo, todas su calles están protegidas por el oxígeno del hielo y la sombra de unos árboles de copas inmensas.


El acento del mendocino es muy parecido al del chileno, como el acento del correntino al del paraguayo, debe ser la cercanía vió. 


Mientras hacíamos la cola en la oficina de turismo, nos tuvimos que bancar la perorata de los chilenos mal agradecidos: " Este país es cualquier cosa" "La presidenta pone feriados todos los día" etc, etc...


Griselda me miró y  me dijo al oído: - El problema de los chilenos es que siempre les tocó dormir al borde de la cama, y nunca alcanza la frazada- concluyó.        


En la ciudad de Mendoza nos alojamos en un hostel pet friendly, "Sosa Hostal", una casona enorme, regenteada por un porteño, que tenía un labrador cariñoso y juguetón, un patio repleto de verde y un acondicionador de aire que te dejaba sin aliento.       


A la mañana siguiente tomamos unos mates amargos, con té con leche para Cielo. En la ruta camino a San Luis, encontramos una mancha enorme color borravino. Se habían estrellados unas cuantas botellas de vino malbec, que habían rodado desde la caja de una chata. Sin lugar a dudas, un accidente fatal.


Rodríguez Saá es el Gran Hermano de la provincia de San Luis, prendés la radio y escuchás a Rodríguez Saá hablando de música clásica, de tragedia griega o de las novias de Maradona. mirás los carteles publicitarios de la ruta, y hay miles de consejos del Gobierno sobre prevención, Rodriguez Saá es amo y señor de esta provincia. El puntano es silencioso y taimado por definición, te presta la parrilla pero te revisa la habitación antes de que te vayas. 


Mientras transitabamos la ruta del sur de Córdoba, a Grisel se le ocurrió una idea para una película , una familia tipo, conduce su auto sobre una ruta rodeada de campos de soja. En un momento un zombie se cruza en el medio del camino, y con los brazos extendidos grita: ¡Amame! El padre de la familia lo atropella sin miramientos y continúa a velocidad crucero, sonriéndole amistosamente a su rubia esposa, desde atrás de sus anteojos Rayban. 

El conductor de radio en Río Cuarto se llama Julio Juan Carlos, flor de nombre compuesto. Grisel recordó que cuando era chica tenía un amigo que se llamaba Camilo Juan Ernesto. No hay DNI que alcance viejo.
La policía caminera reproduce cabalmente la división en castas de la Edad Media, no se frena un auto por encima del modelo 2010. ¡Vamos gradiadores, a seguir combatiendo el delito y la contravención de los que menos tienen!
La noche nos invadió a la altura de Rafaela, mientras conducía a una velocidad mínima por una ruta boca de lobo, Griselda contó que el psicólogo Pavlov, inventó un robot que atendía las necesidades físicas de un bebé, desde la temperatura justa de la mamadera hasta la hora exacta del sueño; sin embargo, el bebé no aprendía ni avanzaba en su desarrollo. Le faltaba la mirada del otro, por tal motivo,  no podía constituirse como sujeto. Me quedé absorto pensando, mientras trataba de conectar con el motor del Gol, haciendo espejito, para que no me fallara. 

Cerca de las tres de la mañana, después de dieciocho Horas de viaje, llegamos como Tom Hanks al borde del pesquero al peaje de Pilar. La imagen era apocalíptica, no se visualizaba un alma a cinco kilometros a la redonda. La autopista se presentaba frente a nosotros como una plancha de metal infinita. Volvimos a la zona Wifi, y nos sentimos de vuelta en casa. 


1 comentario:

Anónimo dijo...

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