Encontré un dibujo que hice en mi niñez. Dibujé una casa con un techo muy pero muy grande. En vez de ponerle una chimenea, le dibujé una claraboya.
Yo nunca
tuve nada contra nadie en particular. Pero algo que me ayudo a cambiar, fue mi
disconformidad social.
¡El
resentimiento y el amor, pueden ser dos grandes motores de cambio, claro que sí!
Hace diez
años, recibí la herencia de mi abuelo Jorge: Una vida ascética, incómoda y poco
amigable.
No integro ningún
grupo social, sino todos y ninguno a la vez.
Me aburren
las personas de clase social uniforme, prefiero las de clase social ondulante.
Ya me pude
despojar de muchos preceptos morales y convenciones sociales. Aunque a veces,
simulo cumplirlas. No soy boludo. No me interesa llamar la atención al pedo, ni
perjudicarme.
Para mí es
como dice la ética de Spinoza: Lo bueno es lo que nos complementa, lo malo es
lo que nos debilita. Eso sí, yo agregaría: nos cuesta toda una vida aprenderlo
del todo.
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