domingo, 20 de noviembre de 2011

"El enano rockero que todos llevamos dentro"














La historia de la humanidad nos ha demostrado, en incontables ocasiones, que el ser humano es el peor enemigo de su propia especie. Hay períodos históricos donde esta situación se torna más evidente, sobre todo, cuando el enano fascista que todos llevamos dentro, aflora en la vida social, como los campos de exterminio en Auswitch, durante la segunda guerra.
¿Qué hacer para que el enano fascista que todos llevamos dentro, no aparezca?
Esta es la gran pregunta que acongoja a la humanidad desde hace mucho tiempo, y que el equipo de investigación de Escondete! no sabe responder. En cambio, si sabe y aconseja, tener siempre al alcance de la mano un garrote para golpear al “enano fascista”, apenas asome su sucia cabeza.
Si hacemos un paralelismo conceptual, entre el “enano fascista” y el Rock: género musical y fenómeno cultural que irrumpió en nuestro país a mediados de la década del sesenta; podemos encontrar una nueva categoría conceptual superadora, más acorde a nuestros tiempos:
El enano rockero que todos llevamos dentro. Básicamente vendría a ser, según los estudios que hemos realizado, con colaboración de la Universidad de Wisconsin, un concepto que nos permite identificar ciertos caracteres y patrones, que el “ciudadano de a pie” -llamémosle de esta manera- internaliza, mediante un proceso de transferencia, que toma de sus referentes: las grandes estrellas del mundo del rock.
He aquí algunos ejemplos:

El Javier Calamaro de la empresa familiar: Enano emblemático de nuestra industria nacional, desde el modelo de sustitución de importaciones hasta nuestros días. Este tipo de personaje se identifica en todas las mesas familiares, casi tan distintivo como el vino con soda, dejaremos que mejor él mismo se presente:
“Mi abuelo fue el fundador de Sapolini S.A. Empezó en la década del ´30 con un pequeño negocio de ventas de repuestos de válvulas y rulemanes para los autos Ford T. Fuimos creciendo, mi viejo tuvo mucho que ver con ello, por darte un ejemplo: el roncador para escape es un invento de Sapolini. Javier se recuesta, satisfecho, en la silla del bar donde lo entrevistamos.
-Me gusta más acá, a mi la calle no me la sacás. Además estamos remodelando un poco y todavía no tengo oficina-. Después vino la década del ´90 y casi nos vamos a pique, por suerte un cambió de timón nos llevó a la producción de bobinas para un modelo medio maricón de ese momento: el Fiat Vivace, te digo, ese karting nos salvó la vida…
Ahora estamos bien, estamos vendiendo en todo el país. La empresa quedó en manos mías y de mi hermano. Si bien el capital lo puso él, las instalaciones también y es él quien firma todo, esto es un trabajo en equipo. La empresa quedó a su nombre desde la muerte papá, por una cuestión de impuestos, viste... que se yo, no me puedo quejar. Yo también tengo mi propio kiosquito: no la quiero quemar pero estuve haciendo unos trípticos para la expo industria 2011, y quien te dice, si me animo y me anoto para estudiar diseño gráfico en la UBA, quizá sale, no hay que quedarse, entendés...” concluye nuestro amigo y se emociona, soñador.

El León Gieco del Estado: Enano muy de moda, el hashtag de estos tiempos del Nac&Pop. Un personaje con el progresismo en las venas y la Mancha de Rolando en el stereo del auto, camino a una cena con sus amigotes, en Perón Perón Bar Restó, en Palermo Chico.
“Yo loco, durante la dictadura militar la pasé muy mal, no maaal man, (es un enano rockero que no renuncia a las muletillas adolescentes a pesar de que ya está manoteando los cincuenta) Me tuve que exiliar a Los Angeles, California. La primera semana de mi exilio ¿Adiviná que hice? Saqué una entrada en primera fila para ver al monstruo de Bob Dylan en el Madison Square Garden, estaba hecho una furia. Esos años fueron muy duros para mí. Después con la vuelta a la democracia, regresé al país y empecé a trabajar en el Ministerio de Infraestructura, tranqui viste, en una comisión de presupuesto para la construcción de edificios fiscales, laburar desde el llano... Recuerdo que jugaba al tenis tres veces a la semana, de 10 a 14 hs. Desde la llegada de Menem al poder, perdí mi estado físico y tuve que empezar a laburar los sábados, diseñando maquetas en un estudio de arquitectura que armé con un socio. ¿Vos sabés lo que fue eso? Heavy. Ahora vuelvo a la oficina después del tenis y laburamos para la gente. ¿Nos equivocamos? No creo, administrar los recursos del Estado nunca fue fácil. Yo entiendo que una parte de la población, odie a este gobierno ¿Pero sabés que? No me asombra. Son los mismos oligarcas y gorilas de siempre que no quieren repartir la torta.


El Ricardo Iorio del comercio:
Enano rockero y barrial si los hay. Un personaje que se hizo de abajo, a fuerza de levantarse seis días a la semana, a las tres de la matina, conduciendo su chata hasta el mercado central. Para comprar verdura y fruta para su negocio. Mientras enjuaga la espinaca y acomoda las papas más grandes arriba del montón, tiene la deferencia de recibirnos con mate amargo y un radiograbador marca Casio, con un cassette de Manal a todo volumen:
“Otro era el país donde yo me crié, no teníamos el plan “haraganear” ni el fulbito para todos, pero mi viejo, cuando me enseñó a manejar la estanciera a los diez años me lo dejó bien clarito, -Mirá que vos no sos más lindo que nadie, así que acomódate y agarrate bien fuerte si te toca viajar en la caja- Así me despertó el viejo y a los quince ya tenía mi localcito, y sigo resistiendo. Las pasé todas, la hiperinflación de Alfonsín y a los bolivianos estos que vinieron y se manducaron a todos. Sigo acá ¿Sabés como se llama la verdulería mía? Soledad, por las Islas Malvinas. Yo la veo todas acá en el barrio. Vi como paría una mujer debajo de aquel árbol y vi como acribillaban a un peruano narco en la plaza. A mí que me van contar ¡Pusilánimes! Sabés una cosa, estos kelpers te venden la bolsa de papa de treinta kilos, pero traen, con suerte, veinticinco.”

Hemos dicho
Escondete!